Cuento Salvaje
Estábamos volviendo con mi hija Valen del colegio. Odio viajar en el transporte público en hora pico. Está todo lleno de gente. Lleno de olores. Todos se empujan. Por lo menos era uno de los subtes nuevos con aire acondicionado. Igual prefiero, sin dudarlo, cagarme de calor pero viajar sentado a tener que viajar parado, como estaba ahora. -Preparate que en la próxima bajamos -le dije a mi hija,- no te separes de mí. Mucha gente se bajaba en la estación de Olleros. Se abrieron las puertas y todos empezaron a empujar. Con Valen quedamos medio al final del amontonamiento pero si nos apurabamos llegabamos a salir bien. Sonó la alarma alertando que se estaban por cerrar las puertas. Le dí la mano pero cuando ya estábamos por salir un señor se interpuso entre nosotros e hizo que nos separemos. Yo salí y Valen no. Cuando miré para atrás, las puertas estaban cerradas y mi hija seguía adentro. Busqué al señor causante de la división. Solo había podido avanzar unos metros cuando sintió un empu