El secreto para un sueño profundo

Me desperté alrededor de las 10 de la mañana con el ruido del viento contra la ventana. La alarma estaba sonando desde las 6:30 pero mi almohada nueva era tan cómoda que esa noche había tenido el sueño más profundo que tuve en mi vida. Me levanté, me puse un abrigo porque hacía mucho frío, y bajé a la cocina para hacerme el desayuno. Cuando estaba comiendo mis tostadas se me posó una mariposa en la mano. “Qué raro”, pensé, “en invierno siempre dejo las ventanas cerradas durante la noche”. Abrí la ventana que tenía más cerca y la dejé libre. Terminé de desayunar y le mandé un mensaje a mi nieta invitándola a merendar a mi casa. Me confirmó qué venía tipo 4. Me cambié y fui al baño. Mojé el peine y me acomodé el pelo. Mientras me lavaba los dientes noté que salían un montón de hormigas de abajo del lavamanos. Las seguí hasta mi cuarto pero les perdí el rastro abajo de mi cama. Les tiré Raid e hice una nota mental para luego llamar al fumigador. Ya listo, me dirigí a la plaza para dar unas vueltas y tomar un poco de sol, aunque era pleno junio estaba bastante soleado. Antes de volver a casa pasé por la panadería para comprar una tarta para el almuerzo, y unas facturas para la merienda. Almorcé tranquilo, e hice tiempo hasta que llegase mi nieta. Hice un café  con leche para mi nieta y un té con limón para mí, y nos sentamos en la mesa a comer las facturas que compré al mediodía. 

-Cuántas mosquitas que hay- me comentó mi nieta mientras las ahuyentaba.

-Ay, me hiciste acordar que cuando te vayas tengo que llamar al fumigador -le respondí,- No sé por que pero está lleno de bichos mi casa hoy. Pero bueno, ¿cómo te está yendo en la facu?

-Más o menos. Me distraigo mucho. Creo que es porque últimamente estoy durmiendo muy mal. 

-Justo ayer me llegó la almohada esa que aparece la publicidad en la tele todo el tiempo diciendo que es la almohada más cómoda del mundo. Me costó dormirme pero una vez que lo logré, nunca dormí tan bien en mi vida. 

-Igual no sé si la almohada es el problema, pero la puedo probar.

-Te juro que funciona eh. 

Seguimos charlando hasta qué se hizo tarde y le dije de quedarse a cenar, pero tenía una cena con amigas así que se tuvo que ir. Busqué el número del fumigador que me había pasado mi yerno el año pasado y arreglamos para que viniera el día siguiente a la mañana. Me hice una cena rápida y lavé los platos. Se hicieron las 10 de la noche, no tenía tanto sueño pero no podía esperar para volver a dormirme con mi almohada nueva. Me salteé lavarme los dientes y fui directo a la cama. Ya acostado, me quedé unos minutos mirando el techo y pensando “¿cómo habrán entrado tantos bichos a casa?”. Calmé mis nervios recordándome que mañana bien temprano venía el fumigador y me acomodé para dormir. Pasaron 10, 15, 20 minutos y seguía despierto. No lograba encontrar una posición cómoda. Traté poniéndome de costado, con los brazos estirados, con los brazos flexionados, un brazo estirado y el otro flexionado. Metí las manos abajo de la almohada. Ya estaba empezando a conciliar el sueño cuando sentí que algo se movía arriba de mis manos. Las saqué rápido de abajo de la almohada y prendí la luz. No tenía nada. Miré adentro de la funda. Tampoco había nada. Saqué la almohada de la funda y me exalté al ver qué la almohada tenía bultos que se movían. Me quedé paralizado. Sinceramente me daba un poco de miedo abrir el cierre de la almohada. Después de debatir internamente por unos minutos, gané coraje y abrí la almohada. Estaba llena de bichos.

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